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Fábulas de Esopo y otros autores


Empfohlene Beiträge

La mosca

Cayó una mosca en una olla llena de carne. A punto de ahogarse en la salsa, exclamó para sí misma:

-Comí, bebí y me bañé; puede venir la muerte, no me importa ahora.

  

Al irresponsable no le importa el fracaso si su llegada a él le depara buenos momentos.

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  • Rita

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Las moscas

De un panal se derramó su deliciosa miel, y las moscas acudieron ansiosas a devorarla. Y era tan dulce que no podían dejarla. Pero sus patas se fueron prendiendo en la miel y no pudieron alzar el vuelo de nuevo. Ya a punto de ahogarse en su tesoro, exclamaron:

-¡Nos morimos, desgraciadas nosotras, por quererlo tomar todo en un instante de placer!

Toma siempre las cosas más bellas de tu vida con serenidad, poco a poco, para que las disfrutes plenamente. No te vayas a ahogar dentro de ellas.

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Los delfines, la ballena y la caballa

Delfines y ballenas libraban entre sí una batalla. Como la lucha se prolongaba con encarnizamiento, una caballa (que es un pez pequeño) salió a la superficie y quiso reconciliarlos. Pero un delfin tomó la palabra y dijo:

-Nos humilla menos combatirnos y morir los unos por los otros, que tenerte a tí por mediador.

Hay personas sin valor alguno, que en épocas de confusión, se llegan a creer  grandiosos

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Los dos escarabajos

Pacía un toro en una pequeña isla, y dos escarabajos se alimentaban de su boñiga. Llegado el invierno, uno de ellos dijo al otro que iba a cruzar el mar a fin de que su compañero tuviera suficiente alimento, mientras él pasaría el invierno en tierra firme. Agregó que si encontraba comida en abundancia le traería a él también.

Cuando el escarabajo llegó al continente, encontró en él muchas y frescas boñigas, por lo que se estableció allí y se alimentó abundantemente. Pasó el invierno y volvió a la isla. Al verle su compañero gordo y saludable, le reprochó que no le hubiera llevado nada de lo prometido.

-No me culpes a mí- repuso-, sino a la naturaleza del lugar, porque se puede encontrar con qué vivir en él, pero es imposible alzar vuelo con tanta carga.

Siempre encontrarás supuestos amigos muy buenos para adular y prometer, pero no pasan de ahí, negándose a la hora real, de dar un servicio.

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La hormiga y el escarabajo

Llegado el verano, una hormiga que rondaba por el campo recogía los granos de trigo y cebada, guardándolos para alimentarse durante el invierno. La vio un escarabajo y se asombró de verla tan ocupada en una época en que todos los animales, descuidando sus trabajos, se abandonan a la buena vida. Nada respondió la hormiga por el momento; pero más tarde, cuando llegó el invierno y la lluvia deshacía las boñigas, el escarabajo hambriento fue a pedirle a la hormiga una limosna de comida. Entonces sí respondió la hormiga:

-Mira escarabajo, si hubieras trabajado en la época en que yo lo hacía y tú te burlabas de mí, ahora no te faltaría el alimento.

Cuando te queden excedentes de lo que recibes con tu trabajo, guarda una porción para cuando vengan los tiempos de escasez.

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La hormiga

Dice una leyenda que la hormiga actual era en otros tiempos un hombre que, consagrado a los trabajos de la agricultura, no se contentaba con el producto de su propio esfuerzo, sino que miraba con envidia el producto ajeno y robaba los frutos a sus vecinos.

Indignado Zeus por la avaricia de este hombre, le transformó en hormiga.

Pero aunque cambió de forma, no le cambió el carácter, pues aún hoy día recorre los campos, recoge el trigo y la cebada ajenas y los guarda para su uso.

Aunque a los malvados se les castigue severamente, difícilmente cambian su naturaleza desviada.

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El castor

El castor es un animal que vive en los pantanos. Ciertas de sus partes sirven, según dicen, para curar algunas enfermedades. Por eso cuando se ve descubierto y perseguido para cortarle las partes, sabiendo por qué le persiguen, huye hasta alguna distancia, sirviéndose de la rapidez de sus pies para conservarse intacto; pero cuando se ve perdido, él  mismo corta sus partes, las arroja y salva de este modo su vida.

A veces deshacerse de algunas fortunas puede significar evitarse una tragedia.

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El tordo

Un tordo picoteaba los granos de un bosquecillo de mirlos y, complacido por la dulzura de sus pepitas, no se decidía a abandonarlo. 

Un cazador de pájaros observó que el tordo se acostumbraba al lugar y lo cazó con liga. 

Entonces el tordo, viendo próximo su fin, dijo:

-Desgraciado! ¡Por el placer de comer me he privado de la vida!

Nunca dejes que un momentáneo placer te cierre las puertas de por vida.

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La langosta y su madre

-No andes atravesada y no roces tus costados contra la roca mojada,- decía una langosta a su hija.

-Madre,- repuso ésta, -tú, que quieres instruirme, camina derecha y yo te miraré y te imitaré.

Antes de decir un consejo, primero dalo con tu ejemplo.

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El sol y las ranas

Llegó el verano y se celebraban las bodas del Sol. 
Regocijábanse todos los animales del acontecimiento, faltando poco para que también las ranas fueran de la partida; pero una de ellas exclamó:

-¡Insensatas! ¿Qué motivo tenéis para regocijaros? Ahora que es él solo, seca todos los pantanos; si toma mujer y tiene un hijo como él ¿qué nos quedará por sufrir?

Antes de celebrar un acontecimiento, primero ve sus futuras consecuencias.

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Los árboles que querían rey

Decididos un día los árboles a elegir un rey que los gobernara, dijeron al olivo:

-Reina en nosotros. Y el olivo contestó:

-¿Renunciar yo al líquido aceite que tanto aprecian en mí los dioses y los hombres, para ir a reinar entre los árboles?

Y los árboles buscaron a la higuera pidiéndole:

-Ven a reinar entre nosotros.

Y la higuera respondió igualmente:

-¿Renunciar yo a la dulzura de mis frutos para ir a reinar entre vosotros?

Entonces los árboles dijeron al espino:

-Ven a reinar en nosotros.

Y el espino respondió a los árboles:

-Si en verdad queréis ungirme para reinar entre vosotros, venid a poneros bajo mi amparo, o si no que surja el fuego de la espina y devore los cedros del Líbano!

Quien no tiene buenos frutos que dar, dará lo malo que tenga para sufrimiento de los que le rodean.

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La esclava fea y Afrodita

Una esclava fea y mala gozaba del amor de su amo. Con el dinero que éste le daba, la esclava se embellecía con brillantes adornos, rivalizando con su propia señora. Para agradecer a Afrodita que la hiciera bella, le hacía frecuentes sacrificios; pero la diosa se le apareció en sueños y dijo a la esclava:

-No me agradezcas el hacerte bella, si lo hago es porque estoy furiosa contra ese hombre a quien pareces hermosa.

No te ciegues por lo que crees es tu tesoro, no vaya a ser que sólo sea una carencia en tus vecinos.

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La bruja

Una bruja tenía como profesión vender encantamientos y fórmulas para aplacar la cólera de los dioses; no le faltaban clientes y ganaba de este modo ampliamente la vida. Pero fue acusada por ello de violar la ley, y, llevada ante los jueces, sus acusadores la hicieron condenar a muerte.

Viéndola salir del tribunal, un observador le dijo:

-Tú, bruja, que decías poder desviar la cólera de los dioses, ¿cómo no has podido persuadir a los hombres?

Nunca creas en los que prometen hacer maravillas en lo que no se ve, pero son incapaces de hacer cosas ordinarias.

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La lámpara

Borracha de aceite una lámpara y lanzando una luz poderosa, jactábase de ser más brillante que el sol. Pero en eso sopló un fuerte viento y se apagó enseguida. Alguien volvió a encenderla y le dijo:

-Ilumina, lámpara, pero cállate: el resplandor de los astros nunca se eclipsa tan facilmente como el tuyo.

Nunca nos jactemos como si fuera de nuestra propiedad aquello que no depende de nosotros.

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El abeto y el espino

Disputaban entre sí el abeto y el espino. Se jactaba el abeto diciendo:

-Soy hermoso, esbelto y alto, y sirvo para construir las naves y los techos de los templos. ¿Cómo tienes la osadía de compararte a mí?

-¡Si recordaras-replicó el espino- las hachas y las sierras que te cortan, preferirías la suerte del espino!

Busca siempre la buena reputación pues es una gran honra, pero sin jactarte por ello,  y también cuídate de los que quieren aprovecharse de ella para su propio provecho.

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La vieja y el médico

Una vieja enferma de la vista llamó, con la promesa de pagarle, a un médico. Este se presentó en su casa, y cada vez que le aplicaba el ungüento no dejaba, mientras la vieja tenía los ojos cerrados, de robarle los muebles poco a poco.

Cuando ya no quedaba nada, terminó también la cura, y el médico reclamó el salario convenido. Se negó a pagar la vieja, y aquél la llevó ante los jueces. La vieja declaró que, en efecto, le había prometido el pago si le curaba la vista, pero que su estado, después de la cura del médico había empeorado.

-Porque antes - dijo - veía todos los muebles que había en mi casa, y ahora no veo ninguno.

A los malvados, sus mismos actos los delatan.

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La viuda y las criadas

Una viuda muy laboriosa tenía unas jóvenes criadas a las que despertaba por la noche al canto del gallo para empezar el trabajo. Ellas, extenuadas siempre de fatiga, resolvieron matar el gallo de la casa por ser él a sus ojos el causante de su desgracia, puesto que despertaba a su señora antes de que abriese el día.

Mas ejecutado el propósito se encontraron con que habían agravado su mal, porque su señora, no teniendo el gallo que le indicaba la hora, las hacía levantar antes para ir al trabajo.

Nunca creas que la causa de tus problemas es lo que primero se atravieza ante tus ojos. Piensa en qué sucedería si eliminas lo que estás viendo como posible causa.

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La mujer y el marido borracho

Tenía una mujer un marido borracho. Para librarle de este vicio imaginó la siguiente treta.

Esperando el momento en que su marido se quedaba insensible como un muerto a causa de la embriaguez, cargó con él sobre sus espaldas, lo llevó al cementerio y allí lo dejó. Cuando juzgó que ya se le había pasado la mona, volvió y llamó a la puerta del cementerio.

-¿Quién llama ahí?-dijo el borracho.

-Soy yo, que traigo la comida a los muertos contestó la mujer.

-No me traigas comida; prefiero que me traigas de beber - replicó el borracho.

Y la mujer, golpeándose el pecho, exclamó:

-¡Qué desdichada soy! Ni siquiera mi treta ha hecho sobre tí el menor efecto, marido mío, pues no sólo no te has corregido, sino que te has agravado, convirtiéndose tu vicio en una segunda naturaleza.

No dejes que una conducta equivocada domine tu vida. Pon tu razón sobre la equivocación.

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La mujer y la gallina

Una mujer viuda tenía una gallina que le ponía un huevo todos los días. Pensó que si le daba más cebada pondría dos huevos, y aumentó su ración. Pero la gallina engordó y ya no pudo ni poner una vez al día.

Si sin control ni sabiduría forzas lo que ya te está sirviendo para que te dé más, sólo obtendrás que perderás lo que ya tienes.

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El adivino

Instalado en la plaza pública, un adivino se entregaba a su oficio. De repente se le acercó un quídam, anunciándole que las puertas de su casa estaban abiertas y que habían robado todo lo que había en su interior. Levantóse de un saldo y corrió, desencajado y suspirando, para ver lo que había sucedido. Uno de los que allí se encontraban, viéndole correr, le dijo:

-Oye, amigo: tú que te picas de prever lo que ocurrirá a los otros, ¿por qué no has previsto lo que te sucedería a ti?

Siempre hay personas que pretenden dirigir lo que no les corresponde, pero no pueden manejar sus propios asuntos.

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El apicultor

Un ladrón se introdujo en casa de un apicultor durante su ausencia, robando miel y panales. A su regreso, el apicultor, viendo vacías las colmenas, se detuvo a examinarlas. En esto, las abejas, volviendo de libar y encontrándole allí, le picaron con sus aguijones y le maltrataron horriblemente.

-iMalditos bichos -les dijo el apicultor-, dejaron marchar sin castigo al que les había robado los panales, y a mí que les cuido con cariño, me hieren de un modo implacable!

Muchas veces sucede que vemos con desconfianza a nuestros amigos, pero por  ignorancia le tendemos la mano a quien es nuestro enemigo.

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El astrónomo

Tenía un astrónomo la costumbre de pasear todas las noches estudiando los astros. Un día que vagaba por las afueras de la ciudad, absorto en la contemplación del cielo, cayó inopinadamente en un pozo. Estando lamentándose y dando voces, acertó a pasar un hombre, que oyendo sus lamentos se le acercó para saber su motivo; enterado de lo sucedido, dijo:

-¡Amigo mío! ¿quieres ver lo que hay en el cielo y no ves lo que hay en la tierra?

Está bien mirar y conocer  a nuestro alrededor, pero antes hay que saber donde se está parado.

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El enfermo y su doctor

Habiéndole preguntado un médico a un enfermo por su estado, contestó el enfermo que había sudado más que de costumbre.
-Eso va bien dijo el médico.
Interrogado una segunda vez sobre su salud, contestó el
enfermo que temblaba y sentía fuertes escalofrios.
-Eso va bien -dijo el médico.
Vino a verle el médico por tercera vez y le preguntó por su enfermedad. Contestó el enfermo que había tenido diarrea.
-Eso va bien -dijo el médico, y se marchó.
Vino un pariente a ver al enfermo y le preguntó que cómo iba.
-Me muero -contesto- a fuerza de ir bien.

Por lo general, quienes nos rodean nos juzgan por las apariencias y nos consideran felices por cosas que en realidad nos producen profundo dolor.

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El cazador de pájaros y el aspid

Un cazador de pájaros cogió la liga y las ramitas untadas y partió para la caza. En el camino vio a un tordo encaramado en un árbol elevado y se propuso cazarlo, para lo cual ajustó las varitas como suelen hacerlo y, mirando fijamente, concentró en el aire toda su atención. Mientras alzaba la cabeza, no advirtió que pisaba un áspid dormido, el cual, revolviéndose, le mordió. Y el cazador, sintiéndose morir, exclamó para sí:

- Desdichado! Quise atrapar una presa, y no advertí que yo mismo me convertía en presa de la muerte.

Cuando pensamos en dañar a nuestro prójimo, no nos damos cuenta de nuestra propia desgracia.

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El cazador miedoso y el leñador

Buscando un cazador la pista de un león, preguntó a un leñador si había visto los pasos de la fiera y dónde tenía su cubil.

-Te señalaré al león mísmo. -dijo el leñador.

-No, no busco al león, sino sólo la pista- repuso el cazador pálido de miedo y castañeteando los dientes.

Si quieres ser atrevido en las palabras, con más razón debes ser valiente con los actos.

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