Rita Geschrieben 23. Dezember 2015 Autor Teilen Geschrieben 23. Dezember 2015 24 de diciembre Vino el criado y cortó el árbol a pedazos, formando con ellos un montón de leña, que pronto ardió con clara llama bajo el gran caldero. El abeto suspiraba profundamente, y cada suspiro semejaba un pequeño disparo; por eso los chiquillos, que seguían jugando por allí, se acercaron al fuego y, sentándose y contemplándolo, exclamaban -¡Pif, paf!- Pero a cada estallido, que no era sino un hondo suspiro, pensaba el árbol en un atardecer de verano en el bosque o en una noche de invierno, bajo el centellear de las estrellas; pensaba en la Nochebuena y en Klumpe-Dumpe, el único cuento que había oído en su vida y que había aprendido a contar - y después el árbol fue consumido por el fuego. Los niños jugaban en el jardín, y el menor de todos se había prendido en el pecho la estrella dorada que había llevado el árbol en la noche más feliz de su existencia. Pero aquella noche había pasado, y, con ella, el abeto y también el cuento; acabado, acabado. Y éste es el destino de todos los cuentos. Link zu diesem Kommentar
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